Discurso real y regulación del orden socio-político marroquí: hacia una comprensión estructural de la autoridad simbólica y la legitimidad histórica

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Dr. Abdallah Chanfar

 

 

No es posible comprender el discurso real en Marruecos mediante las herramientas tradicionales de análisis político que suponen competencia directa o rotación periódica del poder. Dichos enfoques reducen una institución sumamente compleja a un marco simplista, lo que impide captar su posición y su papel estructural dentro del Estado y la sociedad.

La monarquía marroquí no es únicamente un actor dentro del campo político; es el actor fundador de dicho campo. Garantiza la unidad y la continuidad de la acción política y constituye el punto de referencia que configura el marco de significado social y político dentro del cual todos operan.

En consecuencia, el discurso real se convierte en la expresión del poder simbólico, según la definición de los juristas constitucionalistas, es decir, la capacidad de producir significado y reproducir los marcos de referencia que permiten a los actores comprender los límites de lo que es políticamente, administrativamente y socialmente posible.

II. La monarquía como reguladora del sistema nacional

La monarquía marroquí obtiene su fuerza y especificidad de una estructura histórica compleja que combina legitimidad religiosa, soberanía política, lo simbólico y lo efectivo.

Su Majestad el Rey, como Imán Supremo, disfruta de legitimidad religiosa que lo califica como símbolo de unidad nacional y guardián de los valores fundamentales de la nación. Al mismo tiempo, su autoridad constitucional y política le permite traducir esta referencia en las políticas públicas del Estado.

En este sentido, la monarquía desempeña la función estructural de regulación del orden nacional, determinando el ritmo general de las relaciones entre los distintos campos:
• Campo religioso: mantener la referencia unificadora de la escuela malikí, del credo ash‘arí y del sufismo sunita, estructurando así la unidad de la práctica y la creencia religiosa.
• Campo político: organizar la competencia multipartidista dentro de una lógica de estabilidad, evitando que se convierta en un conflicto de suma cero que amenace la coherencia institucional.
• Campo social y cultural: actuar como pilar de la identidad nacional, integrando la diversidad étnica y lingüística dentro de un horizonte nacional cohesionado.
• Campo económico y administrativo: desempeñar un papel de gobierno y guía, respondiendo a las transformaciones económicas globales y garantizando la continuidad del Estado frente a desafíos internos y externos.

De este modo, el discurso real se transforma de un mero evento comunicativo o discurso político efímero en un mecanismo de reproducción del orden simbólico y de la legitimidad histórica sobre los que se funda la estructura del Estado marroquí.

III. Autoridad simbólica y producción del significado político

La monarquía ejerce lo que puede llamarse “violencia simbólica legítima”, reconfigurando la conciencia de los actores y determinando lo que es pensable e impensable dentro del campo político.

El discurso real no se limita a orientar la acción gubernamental o partidista; redefine los límites del dominio político mismo, presentándose como una voluntad estratégica suprema o una visión fundadora del significado.

Este tipo de poder simbólico no se basa en la coacción directa, sino en la aceptación social voluntaria de la legitimidad histórica de la monarquía, bajo la lógica de la “hegemonía mediante el consentimiento y la aprobación”.

La monarquía produce legitimidad como la capacidad de representar al todo, trascendiendo contradicciones regionales y políticas, consolidando el sentido compartido de pertenencia y garantizando seguridad, estabilidad, continuidad, desarrollo y construcción social.

IV. La legitimidad histórica como mecanismo de continuidad

La legitimidad monárquica se sostiene sobre tres pilares interrelacionados:
1. Legitimidad religiosa, derivada de la bay‘a y del cargo de Emir de los Creyentes, que otorga al Rey autoridad simbólica suprema en los ámbitos religioso y moral.
2. Legitimidad histórica, resultado de la continuidad dinástica de la monarquía, que la convierte en eje central de la identidad nacional durante siglos.
3. Legitimidad constitucional y de desarrollo, que refuerza la presencia contemporánea de la monarquía mediante reformas políticas y de desarrollo continuas.

Estos elementos se combinan para producir lo que puede llamarse “legitimidad compuesta”, que otorga al discurso real su poder fundacional y lo convierte en un discurso unificador que trasciende la lógica de conflicto o dominación. Cuando el Rey se dirige a la nación, habla a la totalidad de la comunidad nacional, como símbolo de su continuidad y garante de su estabilidad.

V. De la competencia a la fundación: límites del análisis reduccionista

Algunos análisis académicos o mediáticos leen el discurso real en términos de la dicotomía “ganador y perdedor” o como simple orientación de los actores políticos.

Esta perspectiva ignora la naturaleza estructural de la monarquía, tratando el discurso como un acto reactivo y circunstancial, mientras que en esencia es un acto fundacional de significado, que redefine los límites del campo político en su totalidad.

Aquí reside la importancia de lo que puede llamarse conciencia epistemológica del contexto marroquí, es decir, comprender la especificidad del sistema nacional y la necesidad de basar el análisis en este contexto complejo en lugar de imponer modelos externos.

Cualquier análisis que ignore esta comprensión estructural cae en lo que puede denominarse “discapacidad socio-cognitiva”, incapaz de reconocer que el discurso real se mide según estándares de legitimidad simbólica duradera, no según la rotación democrática convencional del poder.

VI. La monarquía como actor modernizador dentro de la continuidad

La experiencia marroquí demuestra que la monarquía no es solo garante de estabilidad, sino también un actor modernizador, reformulando la relación entre el Estado y la sociedad dentro de un proyecto reformista gradual.

Los discursos reales sucesivos reflejan una conciencia estratégica de la necesidad de transformación dentro del sistema, es decir, “cambiar desde adentro”, mientras se mantiene el marco de referencia que otorga estabilidad y especificidad al Estado.

Este enfoque permite a la monarquía liderar reformas políticas y constitucionales, como la Constitución de 2011, así como reformas económicas importantes, asegurando al mismo tiempo la continuidad del orden simbólico y la identidad histórica.

Conclusión: El discurso real como horizonte regulador de la identidad política marroquí

El discurso real representa un mecanismo socio-político de producción de significado y legitimidad, no solo una herramienta de orientación de políticas públicas. Reconstruye continuamente el consenso en torno a la simbología del Estado, encarnando un equilibrio delicado entre permanencia y cambio, legitimidad y gestión, lo sagrado y lo político.

Por tanto, comprender el discurso real está incompleto sin situarlo dentro del sistema de autoridad simbólica que estructura la acción política marroquí, haciendo de la monarquía el eje de equilibrio y la referencia unificadora que acoge la diversidad sin reducirla.

En este sentido, el discurso real se convierte en un espacio para renovar el contrato simbólico entre el Estado y la sociedad, más que en una ocasión para dividir a los marroquíes en ganadores y perdedores. Expresa la unidad del yo nacional en su diversidad y la capacidad del sistema marroquí de renovarse internamente sin perder su equilibrio histórico ni su identidad civilizatoria.

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