Abdelkader EL FARSSAOUI.
No todos los análisis tienen el mismo peso. No todos los que escriben sobre el Sáhara saben lo que implica una frontera, un fusil o un mapa. Y no todos los que opinan sobre Marruecos entienden lo que significa ser bastión de estabilidad en medio de un continente fracturado por la codicia, el fanatismo y el fuego. Por eso, cuando la inteligencia militar habla —no la arrogancia del buró, sino la voz del campo de batalla, del aula de estrategia y del cuaderno de campaña—, hay que saber escuchar.
El capitán Oscar Germán Platero Trabanino, retirado del ejército de Guatemala, herido en combate, instructor de inteligencia, profesor universitario y autor de una decena de libros, ha escrito desde el otro lado del Atlántico tres piezas que deberían hacer temblar los despachos de ciertos diplomáticos europeos. Tres columnas sin concesiones, sin eufemismos, sin esa cobardía diplomática que confunde neutralidad con tibieza. Tres golpes sobre la mesa que nos recuerdan que Marruecos no necesita ser defendido por compasión, sino por convicción.
El Capitán Platero, además de su experiencia en combate y su labor como instructor de inteligencia, es también un profesional de la geopolítica y la estrategia. Participó en la larga y sangrienta guerra civil de 36 años en Guatemala, lo que le otorga no solo conocimientos teóricos, sino una comprensión visceral del conflicto, del terreno y de los intereses en juego.
Platero ha dicho lo que pocos se atreven a decir: el Frente Polisario no es un movimiento de liberación, sino una amenaza de desestabilización regional, con vínculos con Irán, con armas que cruzan el desierto como serpientes, y con una narrativa victimista que ya nadie se cree salvo sus propios patrocinadores. Y entre esos patrocinadores, cómo no, la Argelia de siempre: la del uniforme y el puño cerrado, la que se indigna de puertas afuera por los derechos de los pueblos, pero encarcela y reprime con celo dentro de sus propias fronteras. La Argelia de los gases, los pretextos, los silencios cuando conviene.
Desde la primera línea de sus columnas, Platero habla desde la estrategia, no desde el folklore diplomático. Dice que Marruecos no solo tiene la razón histórica y jurídica sobre el Sáhara, sino que representa hoy una de las pocas piezas confiables en el tablero norteafricano. Habla de su estabilidad política en un entorno inflamable. De sus alianzas reales, no ficticias. De su apuesta por la economía, la logística, la formación, y no por el panfleto revolucionario que ya huele a viejo.
En su mirada, Marruecos no es un actor más: es una muralla. Una frontera viva que separa el caos del orden, la amenaza del equilibrio. Y en esa misma mirada, el Sahel —ese corredor que va del Atlántico al mar Rojo, donde se trafican armas, niños, oro y muerte— es hoy la ruina abierta del continente, donde se cruzan yihadistas, mercenarios, y sueños rotos. Donde la influencia de Rusia, Irán y China no llega con diplomáticos, sino con cargamentos y silencios. Y donde, como recuerda Platero, el Polisario es un actor funcional al desorden, un comodín usado por quienes no quieren soluciones, sino trincheras.
Sus palabras incomodan, sí. Porque no caben en la narrativa romántica del conflicto. No hacen guiños a los foros diplomáticos ni se esconden detrás de la neutralidad decorativa. Él lo dice como militar: designar al Frente Polisario como organización terrorista extranjera sería un acto de honestidad estratégica. No para castigar, sino para poner nombre a lo que ya actúa como tal. Porque ningún grupo que desvía ayuda humanitaria, adoctrina menores, trafica armas y coopera con Hezbollah o el CGRI iraní puede seguir disfrazándose de víctima.
Y lo más irónico de todo es que esta denuncia no viene de Rabat, ni de Washington, ni de Tel Aviv. Viene de Guatemala, del sur global, de un hombre que no necesita agradar a nadie. Un soldado retirado que ha visto el costo real de la desinformación, la manipulación ideológica y el doble discurso internacional. Y es justamente por eso que su palabra pesa más que mil comunicados anodinos de organismos multilaterales.
Platero ha comprendido que la causa sahariana ha sido secuestrada por agendas geopolíticas ajenas a cualquier solución. Y que Marruecos, guste o no a ciertos nostálgicos de la Guerra Fría, se ha consolidado como una potencia regional, moderna, aliada de Occidente, y ancla de estabilidad entre el Atlántico, el Mediterráneo y el Sahel.
Lo ha dicho un militar, no un tuitero. Uno que entiende que en geopolítica, a veces, las palabras salvan tanto como las armas.
Y en tiempos de cinismo diplomático, que un latinoamericano hable así de Marruecos no es una anécdota. Es una bofetada elegante a la hipocresía global.
Una que, esperemos, algunos tengan el valor de escuchar.






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