Entre Nuakchot y Rabat: cuando la educación une destinos

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Abdelkader EL FARSSAOUI

 

 

En una sala discreta pero cargada de simbolismo en Nuakchot, se dieron cita personas que comparten más que un diploma: comparten una historia. Son mauritanos, pero también hijos académicos de Marruecos. Y en la voz del representante de la Agencia Marroquí de Cooperación Internacional, Hicham Basel, resonó una idea clara y poderosa: invertir en el ser humano es la única inversión que realmente transforma las sociedades.
No se trató solo de una conferencia, sino de un reencuentro. Una celebración silenciosa del conocimiento como puente, del aula como embajada y del aula como lugar donde se gestan las transformaciones duraderas. Basel no habló desde la distancia institucional, sino con la convicción de quien ha visto crecer generaciones enteras de jóvenes formados en universidades marroquíes que hoy construyen el presente de Mauritania.
En su intervención, recordó que esta apuesta por la educación y la formación no es casual, sino una estrategia sostenida impulsada por el rey Mohamed VI, que sitúa al joven africano en el centro de toda visión de futuro. No hay desarrollo —dijo, sin rodeos— sin competencias, sin redes de colaboración, sin intercambio de saberes. Y en ese contexto, el modelo de cooperación Sur-Sur deja de ser un eslogan para convertirse en una realidad que se toca, se vive y se comparte.
El acto también puso sobre la mesa temas urgentes y actuales: el papel del emprendimiento, la revolución del conocimiento digital, y la irrupción del big data y la inteligencia artificial como herramientas clave para transformar el tejido económico y social del continente. Para Basel, el desafío no está solo en adaptarse, sino en liderar. En formar jóvenes no solo capacitados, sino visionarios.
Entre discursos, abrazos y viejas anécdotas universitarias, quedó claro que esta comunidad de egresados no es solo un recuerdo académico: es una fuerza viva. Una red con memoria, con afecto y, sobre todo, con voluntad de construir. Porque cuando se invierte en las personas, se siembran raíces en común que desafían las fronteras.

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