El fracaso en el manejo de la defecación al aire libre como umbral simbólico del fracaso del liderazgo militar en los campamentos de Tinduf

italiatelegraph

 

 

 

Dr. Abdallah Chanfar

 

 

• Introducción realista: el aire libre como olor manifiesto de opresión
Cuando te dispones a entrar en los campamentos de Tinduf, no te recibe ningún signo de un proyecto liberador, como afirma el liderazgo separatista (el Frente Polisario), sino olores penetrantes y sofocantes procedentes de excrementos expuestos, aguas estancadas y orina cuajada, que se acumulan sobre una tierra que carece del más mínimo requisito para una vida digna. No hay sanitarios, ni sistema de saneamiento, ni privacidad, ni siquiera árboles que cubran la desnudez.
Los frutos del tarfa desértico caen en un cuadro triste y sarcástico cuando a veces se posan sobre excrementos expuestos—la naturaleza se mezcla con la transgresión. Aquí, el cuerpo está descubierto, la dignidad desprotegida y el espacio es simplemente una extensión geográfica de una política sistemática cuyo objetivo es hundir al ser humano en el barro de la necesidad y la humillación.
El Polisario (abreviatura del español “Frente Popular de Liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro”), fundado en los años setenta con el propósito de separar el Sáhara Occidental de Marruecos y erigir un Estado soberano, revela hoy un modelo trágico en la gestión de asuntos humanos. La defecación al aire libre emerge como un símbolo del colapso de su proyecto político y de su incapacidad radical de gestionar incluso las condiciones más elementales de la vida cotidiana.
La defecación al aire libre es una de las manifestaciones más atroces de la ruptura de la dignidad humana, donde la infraestructura no satisface ni el mínimo indispensable para una existencia humana. Si algunas sociedades rurales sufren este fenómeno por vulnerabilidad del desarrollo, su persistencia en los campamentos de Tinduf solo puede comprenderse como una encarnación explicita de la alienación total del derecho a una vida digna.
El espacio aquí no es solo un sitio geográfico árido; es un sistema cerrado de represión simbólica, social, política y cultural, en el que la humanidad del individuo se reduce a un mero instrumento dócil en manos de un liderazgo militar autoritario que controla cada detalle de la vida diaria: desde la distribución de la ayuda hasta la designación del lugar permitido para las necesidades al aire libre.
1. Del derecho a defecar al derecho a existir: ¿cuál fue confiscado primero?
En los campamentos de Tinduf, no solo se confiscan los derechos políticos y civiles; incluso se le arrebata al ser humano su derecho más natural: el derecho a hacer sus necesidades en un entorno que garantice la dignidad. Surge una pregunta amarga: ¿cómo puede una comunidad reclamar autonomía o autodeterminación si no es capaz de proporcionar los más simples servicios sanitarios?
¿Estamos ante un “asunto político”, como promueven las élites teóricas en Ginebra, Las Palmas o Suiza, o ante un escándalo civilizatorio escondido tras eslóganes de liberación y dignidad? ¿No constituye reducir al saharaui a un ser que defeca al aire libre por orden de una autoridad militar organizativa una forma de exterminio simbólico de su existencia misma? ¿Y puede la comunidad internacional seguir apoyando sin vincular la ayuda a condiciones que preserven la dignidad del cuerpo y de la vida humana en Tinduf?
2. Del aire libre al aislamiento: ¿cómo se fabrica la sumisión en un entorno de opresión cotidiana?
El niño en Tinduf no nace solo en una tierra desprovista de agua y vegetación, sino que es arrojado a instituciones semi‑militares que lo despojan de su identidad familiar y social, reformándolo de acuerdo con estándares de lealtad y obediencia ciega a un organismo autoritario cerrado.
¿Por qué los niños son separados de sus madres desde temprana edad? ¿Por qué la nueva generación se educa en aislamiento en lugar de justicia, y en disciplina coercitiva en vez de diálogo? ¿Cómo se transforma la práctica colectiva de defecar en valles y barrancos en un ejercicio inconsciente que acostumbra a los cuerpos a la humillación y la degradación? ¿Se documentan estas prácticas en informes de organismos de la ONU, o se pasan por alto en complicidad con los padrinos políticos en el Palacio de El Mouradia?
3. Sociología del aire libre: de la ingeniería de la represión a la anulación de la intimidad
Cuando a una familia se le impide ocuparse de gestiones tan básicas como la defecación, no se trata solo de incapacidad administrativa, sino del reflejo de una voluntad de ingeniería represiva que busca desarticular los lazos familiares y la intimidad.
¿Qué significa que el liderazgo controle quién puede cavar un hoyo para un inodoro? ¿Y por qué los espacios privados (como dormir, cocinar o defecar) se convierten en lugares vigilados o compartidos? ¿No estamos ante un modelo de “ingeniería represiva cotidiana” que disuelve al individuo dentro del colectivo y lo convierte en un ser despojado de voluntad?
Esta forma de control anónime que regula el cuerpo y el comportamiento se asemeja a lo que Michel Foucault describió como vigilancia disciplinaria, donde el cuerpo no se regula únicamente a través de la prisión, sino también mediante su normalización con el aire libre y la humillación.
4. De un problema de salud a una tragedia simbólica: ¿quién tiene la responsabilidad?
El mantenimiento de la defecación al aire libre refleja no solo pobreza de recursos o deficiencias infraestructurales, sino también una fragilidad cultural que moldea la forma de pensar dentro de los campamentos. Aquí no se invierte en el ser humano, sino en la obediencia y la lealtad.
¿Tiene sentido que la ayuda internacional por millones se reduzca a botes de té, aceite, arroz y bienes de contrabando? ¿Por qué no se utilizan estos fondos para construir sanitarios que preserven la dignidad? ¿Y realmente el liderazgo militar, que organiza operaciones armadas y gestiona redes de contrabando de armas, drogas y personas a lo largo del Sahel, es incapaz de construir un retrete?
La paradoja es dolorosa: no es un fracaso material, sino político y ético. La necesidad genera sumisión, y la sumisión consagra la legitimidad de un liderazgo que ve en el sufrimiento su instrumento para seguir existiendo.
5. De los barrancos de Tinduf al discurso humanitario: ¿cuándo despertarán las conciencias?
Es vergonzoso que las organizaciones internacionales exalten la dignidad humana mientras hacen la vista gorda ante campamentos cerrados donde se humilla a la gente incluso en sus derechos biológicos más básicos. ¿Acaso Naciones Unidas considera aún que estos campamentos están regidos por el Derecho Internacional Humanitario, o la geografía desértica la exime de sus obligaciones morales?
¿Por qué no se exige que cada familia tenga acceso a un sanitario en las nuevas condiciones de firma de cualquier acuerdo de ayuda? Cuando la defecación al aire libre se convierte en el hecho cotidiano de miles de mujeres y niños, ¿qué dignidad queda en lo que llaman la República Árabe Saharaui Democrática?
• Resumen reflexivo:
No todos los que hacen sus necesidades escapan del hambre; pero quien no puede hacerlo en un lugar digno, cae en la trampa de la humillación. En un mundo en el que la civilización se mide por el cuidado de la salud, la higiene y la privacidad, la defecación al aire libre es un espejo oscuro del colapso del sueño saharaui, secuestrado por el poder militar y la propaganda.
De Tinduf, al aire libre, al abismo moral; donde la dignidad se negocia con el silencio y el derecho al retrete depende de la lealtad política. ¿Qué tipo de civilización se edifica sobre los escombros de la dignidad humana? ¿Y qué proyecto nacional impone a su pueblo defecar al aire libre?
La batalla en Tinduf ya no es solo por el territorio o la legitimidad política, sino por la geografía misma del cuerpo humano. Un liderazgo que dice construir un Estado pero ni siquiera puede ofrecer un sanitario limpio revela la caída moral de su proyecto político incluso antes de su colapso tangible.
En definitiva, las heces humanas en Tinduf no son simples desechos, sino una prueba contundente de un fracaso administrativo y estructural, y de una opresión que se nutre de explotar el sufrimiento. Estas personas no piden un palacio; solo reclaman un sanitario que les devuelva su humanidad arrebatada.

italiatelegraph


Potrebbe piacerti anche
Commenti
Le opinioni espresse nei commenti sono degli autori e non del italiatelegraph.
Commenti
Loading...